Vale, puede que de buenas a primeras, pienses que se me ha ido la jodida pelota de una vez por todas. Pero, no, no es así. Simplemente no tengo tabúes, y hoy; hoy quiero hablar del sabor de la carne humana.
No creo que seas un puto canibal, ni que le vayas a pegar un mordisco al fulano que tienes al lado el metro, pero seguro que más de una vez te has preguntado qué sabor tiene la carne humana. A pesar de que su aspecto es similar al de la carne vacuna, al parecer, y según las declaraciones de algunos individuos que han tenido el «placer» de catar carne humana, su sabor es más bien parecido al de la carne de cerdo.
Lo cierto es que el ser humano contempla una larga tradición de antropofagia (para los iletrados, antropo: humano, fagia: comer). Los neandertales fueron caníbales, como también los Homo antecessor y nuestros antepasados los primeros sapiens, tanto en África como en Europa.
Un estudio de los restos hallados en la cueva británica de Gough demuestran el canibalismo de los sapiens hace 15.000 años, en el Paleolítico Superior. Vamos, que hasta hace dos días, como aquel que dice, nos estábamos comiendo los unos a los otros a bocaos.
Una cosa esta clara: el sabor de la carne humana dependerá del corte y de cómo esté preparada, tal como sucede con la carne de cualquier otro animal. Los humanos somos animales y nuestra carne no posee ningún tóxico que prohíba su consumo. Nada biológico nos impide comernos a nosotros mismos, pero… ¿por qué no lo hacemos?
Símplemente la carne humana no es tan nutritiva como otras carnes y además es algo cultural, simplemente hemos evolucionado para no hacerlo. El canibalismo en la actualidad está completamente reducido a costumbres culturales muy minoritarias y casos extremos de sociopatía.
Así que, si un día viajas a alguna tribu remota alejada de la mano de Dios, acuérdate de pedir un buen filete de «cartuchera» al punto. Ah, y dime que sabor tiene, anda.