Estoy seguro de que a más de uno le sonarán las tres palabras que componen el título de este artículo. Y alguno quizá sabrá que hacen referencia a la novela que hizo famoso a Aldous Huxley, publicada allá por el año 1932. En esta obra, considerada como uno de los imprescindibles de la ciencia-ficción distópica, se nos presenta un futuro muy poco halagüeño para la humanidad: la inmensa mayoría de seres humanos son cultivados en laboratorios y se les adoctrina desde niños para obedecer y aceptar su estatus en el sistema. Un sistema en el que ya no existen países y el planeta entero es gobernado por un nuevo orden mundial.
No profundizaré más en la trama, pues quien haya tenido ocasión de leerlo, sabe perfectamente de qué va. Al que no, le animo a adentrarse en este clásico de la literatura con la mente abierta y un ojo crítico. Descubrirá el lector que la trama resulta ciertamente reveladora en estos oscuros tiempos. No en vano, se ha hablado mucho sobre ésta y otras obras similares, y de si sus autores tenían algún tipo de don profético. Más que profeta, en lo que a Huxley respecta, creo que conocía este futuro distópico de primera mano. Un breve aunque revelador repaso a su familia ayudará a entender porqué.
Empecemos por su abuelo paterno, el biólogo Thomas Henry Huxley. Quizá no les suene a muchos, aunque el acalorado debate con el obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, le valió el apodo de «el Bulldog de Darwin». Y es que el abuelete era un fiel admirador (al más puro estilo fanboy) del ideólogo de la teoría evolucionista. A ella contribuyó con sus estudios sobre las especies y su clasificación evolutiva.
Pero la joyita de la corona es sin duda su hermano, Julian Huxley. A pesar de no haber gozado de tanta fama como novelista, lo cierto es que tuvo más impacto en otras facetas de la sociedad que en la literatura. Fue un prominente miembro de la Sociedad Eugenésica Británica, de la que también formaban parte figuras destacadas como Churchill o Keynes. De hecho, llegó incluso a ser presidente de esta sociedad (1959-1962). También fue un ferviente defensor de las teorías evolutivas y el darwinismo social – teoría que justifica que los más fuertes (curiosamente los más ricos) aumenten su poder y riqueza sobre los más débiles, perpetuando así la desigualdad.
No obstante, su «contribución» más importante en la concepción de un mundo feliz fue el transhumanismo – aunque quizá no fuera el primero en desarrollar estas ideas. El transhumanismo se define a sí mismo como un movimiento filosófico e intelectual que aboga por la mejora de la condición humana mediante el desarrollo y aplicación de tecnologías capaces de aumentar en gran medida la longevidad, el estado de ánimo y las capacidades cognitivas. Cuando uno lee esto es imposible no pensar en cyborgs u otras aberraciones típicas de la ciencia ficción. Pero no hace falta llegar al extremo. En nuestro tiempo ya existen numerosas tecnologías capaces de alargar artificialmente la vida o de “reparar” ciertas lesiones.
También hizo sus pinitos en política. Pocos conocen que Huxley fue el primer director general de la UNESCO en 1946, una de las organizaciones subordinadas al club de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura. Un puesto desde el cual podría extender y normalizar las ideas transhumanistas a lo largo y ancho del globo. Lo cierto es que solo duró dos años en el cargo, ya que la delegación americana presionó para renovar la dirección del organismo. Nunca se supo oficialmente, pero quizás porque veían su interés sobre la planificación económica y social un tanto revolucionarias. Aún así, inspiró varias acciones dentro de este organismo.
Más tarde, Julian Huxley se disfrazaría de animalista para fundar la World Wide Fund, una de las mayores lavanderías verdes del mundo. La WWF se financia a través de donaciones y becas que recibe de instituciones, gobiernos y corporaciones. Entre sus donantes figuran empresas muy «preocupadas» por el medio ambiente y la sostenibilidad, como ahora Coca-Cola, Monsanto o BP.
Y para quien dude de sus vínculos con la eugenesia y el transhumanismo, resaltar que Julian recibió numerosas críticas por sus ideas a favor de la centralización económica, el control de la natalidad y la reducción de la población mundial (no sabemos si con terapias génicas o sin ellas). Tanto es así que su empeño por difundir su grotesca visión del mundo le valió un premio de la Lasker Foundation por sus contribuciones a la planificación familiar – distinción esta que también recibieron figuras como la eugenista Margaret Sanger y el magnate John Rockefeller III.
Espero que estas líneas hayan hecho reflexionar a algún lector (y de paso haya disparado su curiosidad) sobre el transhumanismo, una de las ideologías más peligrosas de nuestro tiempo. No cabe la menor duda de que figuras más poderosas que los Huxleys están presionando a las sociedades para implementar su agenda global transhumanista. Y aunque más allá de las prótesis, nadie piense todavía en implantarse aparatos o circuitos, ya hay multitud de “estudios científicos” y artículos de dudosa ética que señalan – más bien animan y adoctrinan – que lo de implantarse chips va a ser cosa de todos los días. Y si no, el tiempo.