Megalomaníacos

Desde el principio de los catastróficos acontecimientos que tanto gobiernos como instituciones no han dudado en calificar como emergencia sanitaria mundial, muchos somos los que hemos visto una incoherencia detrás de otra. Cifras que no cuadran, estadísticas erróneas, sesgos y falacias, desinformación y manipulación mediática… Y cada vez somos más los que todo esto nos huele a gato encerrado.

No es algo propio de conspiracionistas ni locos; cualquiera con dos dedos de frente puede perfectamente llegar a la misma conclusión. Si uno se toma la molestia de observar con cierta prespectiva, no es difícil reconocer que se está gestando algo mucho más siniestro que una crisis sanitaria. Ya sea la voluntad de los líderes de emprender una destrucción económica gratuita (obviamente centrada en las clases medias y bajas), la rapidez con la que los multimillonarios han amasado más y más fortuna, o los esfuerzos multisectoriales para extraer nuestros datos personales a un nivel ciertamente preocupante.

¡Exacto! Las decisiones políticas y las restricciones impuestas por los regímenes dictatoriales no tienen nada que ver con la salud pública en absoluto y sí con una agenda oculta al servicio de la dominación mundial por parte de las élites que detentan el poder. Unas élites conformadas con lo más selecto de un plantel de dementes criminales con delirios de grandeza.

Los megalomaníacos están cortados todos por el mismo patrón: son niños grandes, con un desmesurado complejo de dios y clara tendencia al sociopatismo. Para ellos no existen los principios porque ellos están por encima de cualquier valor social. Su descomunal egocentrismo les lleva a imaginarse el centro de una utopía mesiánica en la que se creen elegidos para gobernar el mundo con su infinita sabiduría. Para lo cual no dudarán en hacer uso de cualesquiera tecnologías que satisfagan sus fantasías transhumanistas, sin importar un ápice la ética. Desde la biopiratería de los transgénicos hasta la ingeniería social orwelliana, todo vale con tal de lograr sus objetivos.

Pero no nos llevemos a engaño. Que ellos se crean seres divinos no implica que lo sean en realidad. Ni mucho menos. No son omnipotentes ni omniscientes. No tienen más poder que el que nosotros queramos darles. Son solo enfermos mentales que deberían estar encerrados por el bien de todos.

Los poderosos muchas veces nos parecen gigantes solo porque les contemplamos de rodillas. Ya va siendo hora de ponerse en pie.

Y su excesiva arrogancia es precisamente su mayor debilidad. Su enfermiza confianza en sí mismos les llevará a cometer importantes errores de cálculo. De hecho, ya los ha llevado a desenmascararse en múltiples ocasiones. Y no debemos olvidar que dependen de la tecnología para desarrollar sus planes. Una tecnología que no está exenta de fallos o sabotages.

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