A pesar del título, no voy a hablar aquí de la epidemia que ahora nos tiene a todos en vilo. No soy un experto que pueda aportar información veraz y contrastada. Y creo que ya todos aborrecemos la desinformación de la prensa sensacionalista.
Como ya sabréis, el pasado 11 de marzo la OMS declaró esta infección como pandemia global. No es de extrañar, dada la rapidez con la que parece estar extendiéndose a toda la población. Quizás viendo el potencial epidémico que este brote tuvo en China, podrían haber elevado el nivel de alarma un poco antes. Ya nos lo dice el refranero: «más vale prevenir que curar».
Tampoco me sorprende, la verdad, la huida hacia adelante de muchos mandatarios que están tomando medidas sin ton ni son para «quedar bien» de cara a unos medios ávidos de carnaza y a una población totalmente desinformada. Medidas que en muchos casos carecen de efectividad por la falta de rigor con la que se están improvisando desde muchos gobiernos.
Unos gobiernos estos que en su momento demostraron una total despreocupación por algo tan serio como la salud pública. Y no me refiero solo a cómo se afrontó esta situación desde el principio, sino también a los recortes en sanidad que se llevan realizando durante años bajo el amparo de una crisis económica. Los mismos gobiernos que ahora hacen gala de una incompetencia que pone los pelos de punta.
Lo que sí me parece raro (sospechoso, más bien) es que esta organización no haya hecho alarde de tal poder de convicción para que gobiernos de todo el mundo se tomen en serio de una vez por todas otras enfermedades, como el cáncer (cuyos tratamientos más novedosos y eficaces siguen al alcance de unos pocos privilegiados), la diabetes o las enfermedades cardio-respiratorias. Los calificados males del siglo XIX. Ni alerten seriamente para atajar problemas como la contaminación que mina gravemente la salud de todos.
¿Acaso es casualidad que ahora todas estas circunstancias se hayan propuesto por los expertos como factores de alto riesgo para sufrir complicaciones por esta enfermedad?
Resulta entonces evidente el cinismo de esta gran mafia del lobby farmacéutico que vela más por los intereses de la industria que por la salud pública. Veremos la impunidad con la que los laboratorios comercian con una vacuna que, visto la gravedad de la epidemia, debería considerarse un bien común. Por ahora, ya estamos viendo como sus acciones cotizan al alza en las bolsas, que no se detienen ni ante la catástrofe. Y si no, el tiempo.
Quizás deberíamos considerar también una seria pandemia la arrogancia y la hipocresía que ha infectado estas instituciones internacionales que solo sirven para una cosa: llenar el bolsillo de muchos burócratas y hombres de negocios. Una que deberíamos erradicar antes de que nos afecte a todos.