Empresaurios

Hoy vengo a hablaros de una especie que, por desgracia, parece que no se extinguirá nunca: los Empresaurios. Al igual que los mosquitos, se trata de una especie prehistórica que no hace absolutamente nada bueno. Son especímenes fácilmente reconocibles por sus peculiares y únicas características.

En primer lugar, se trata de individuos que a la mínima alardean de su condición de empresario-mesías. Con frases como «yo trabajo 24/7 para levantar este país» o «me sacrifico para dar trabajo», nos restriegan que han venido para salvar al mundo. No se sabe con seguridad, pero se cree que con «dar trabajo» re refieren a los concesionarios de coches lujosos o los restaurantes caros.

Los empresaurios son fácilmente reconocibles cuando surgen temas relacionados con las administraciones públicas. A pesar de que las necesitan para hacer sus «chanchullos», sienten un odio desmesurado hacia las instituciones del Estado. Su favorita es Hacienda, a la que acusan de «robarles lo que es suyo». A algunos empresaurios esta fijación les lleva al extremo de idear cualquier argucia para no pagar impuestos. Lo peor del caso es que llegan a vanagloriarse de sus métodos.

También destacan por su animadversión por la clase obrera, a la cual culpan de todos sus males. A veces admiten que es un mal menor; otras que estarían mejor sin ellos. Lo que nunca reconocerán es la satisfacción que sienten cuando tienen la oportunidad de explotarlos. Cosa que últimamente ocurre con bastante frecuencia, por cierto.

empresaurio

Asimismo, profesan una extraña relación de amor-odio hacia el liberalismo económico. En ocasiones, parece que son rotundamente contrarios a cualquier regulación, sobretodo si puede perjudicar su modo de vida. Llegan a oponerse con suma rotundidad a reformas políticas estructurales para seguir chupando del bote. Otras veces, alzan sus voces para exigir decretazos en contra de la libertad de empresa. Algunos especímenes bien relacionados han logrado incluso manipular a las instituciones para crear exacciones con las que alimentar a sus clanes. Claro ejemplo de ello es el ridículo caso del canon de la SGAE.

El empresario suele vivir solo, aunque en ocasiones se vuelve gregario formando asociaciones patronales. Los empresaurios se sirven de estos clanes principalmente para dos cosas: contrarrestar la acción de los sindicatos y formar lobbys para influir en la esfera política.

Los hábitats de los empresaurios son muy variados, pudiéndose encontrar prácticamente en cualquier sector. Sin embargo, tienen un olfato especial para las estafas, por lo que suelen concentrarse en áreas con posibilidad de pelotazos, como la construcción o las telecomunicaciones.

A pesar de su predisposición natural por la acumulación de deudas (la mayoría de ellas impagadas), disfrutan de un nivel de vida bastante elevado. Para conseguirlo, han evolucionado desarrollando dos habilidades que el ser humano normal apenas conoce: la deducción y la desgravación fiscal. Esto, junto con lo que parece ser una inagotable fuente de crédito, permite que sobrevivan en ecosistemas que, de otro modo, serían muy perjudiciales para los empresaurios.

Por último, queridos lectores, deberéis tener cuidado con los empresaurios. Se trata de una de las especies más parasitarias y dañinas que ha conocido el ser humano. Los empresaurios se alimentan sobretodo del trabajo ajeno, a través de la explotación fagocitativa. Pero también han sabido adaptarse a los tiempos de escasez y pueden sobrevivir a base de subvenciones (pagadas con los impuestos ajenos, por supuesto).

Si alguna vez os encontráis con uno de estos empresaurios, sabed que la única salida es huir. Si intentáis enfrentaros a ellos, entonarán su canto para llamar al resto de su clan.

¡Y entonces, estaréis perdidos!

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