En los últimos dos siglos la esperanza de vida en Occidente aumentó de forma asombrosa. Esta transición ocurrió primero en algunos países occidentales pero ha tenido su reflejo en todo el mundo. Para dar datos podemos tomar el caso de Francia, esos gabachos han progresado casi tanto como nosotros, La Raza Hispania.
Las cifras de la siguiente gráfica, robada tomada prestada del sitio web politikon, nos cuentan como ha cambiado el mundo en tan solo dos siglos. En 1740 dos de cada tres mujeres morían antes de cumplir los cuarenta años. La mayoría morían siendo niñas o bebés: solo mitad vivía para cumplir los 5 años. Espeluznante.
Pensad que el área entre las dos curvas representa años-persona que no existirían de no ser por la revolución de la salud. Las vidas se han expandido y lo han hecho sobre todo en años de juventud, porque ahora los niños sobreviven a su infancia y disfrutan de vidas completas. Obviamente existen los accidentes y las enfermedades raras que siguen diezmando la población, pero se ha mejorado increíblemente la esperanza de vida en los últimos siglos.
En realidad la transición de la salud puede verse como un doble proceso. Por un lado se redujo la mortalidad de todos los adultos —algo que tiende a olvidarse—. La mortalidad a los 25, los 40 o los 60 años es hoy muy inferior a la de hace dos siglos. El otro proceso ocurrió en paralelo y fue la reducción drástica de la mortalidad infantil. El fenómeno se ve mejor sobre los datos de esperanza de vida.
Hoy la esperanza de vida es una curva decreciente. Uno nace y cada día que pasa espera vivir un poco menos. Esta dinámica es algo que tenemos interiorizado. Pero no fue siempre así. En realidad no fue así durante millones de años.
En 1740 la esperanza de vida todavía tenía forma de “U” invertida. Si un niño era capaz de sobrevivir a sus primeros años, su esperanza de vida aumentaba. Un recién nacido cualquiera no tenía por delante más años que un adulto de 20 o 30 años. La infancia era un peligro: un tercio de los bebes moría durante su primer año.
Y eso nos hace darnos cuenta cuan frágiles siempre hemos sido los humanos. Sólo gracias al trabajo común y la ciencia-tecnología hemos sido capaz de superar nuestras capacidades y limitaciones físicas.